1. THIMOTÉE CHALAMET.
1. THIMOTÉE CHALAMET.
Imposible considerarle ya una promesa, porque lo que hace este joven actor en Call Me By Your Name es prodigioso. La suya es una interpretación de una sensibilidad extrema, en la que se mueve entre una variedad de registros sorprendente para alguien de su edad –acaba de cumplir 22–. Elio es un personaje complejo, un adolescente a las puertas de la mayoría de edad al que sorprende, de manera inesperada, un amor incontenible por un estadounidense mayor que él (Armie Hammer). Oliver llega a pasar el verano de 1983 con su familia, en algún lugar idílico de Italia sin determinar, para trabajar en el doctorado con el padre de Elio, experto en cultura grecorromana (espléndido Michael Stuhlbarg).Erudito y plurilingüe a la vez que tremendamente inseguro, Elio nunca ha vivido un verano tan especial, desbordado por sus sentimientos –que van de la euforia a la tristeza, pasando por el deseo y la confusión–, y el director Luca Guadagnino refleja con mano maestra los vaivenes emocionales de esta –aparentemente– improbable pareja, a la que le cuesta manejar sus impulsos, físicos y emocionales. Solo por el enternecedor último plano de la película –magistral, además de ser una inteligente manera de mantener al espectador pegado a la butaca durante los créditos finales–, Thimotée Chalamet se merecería todos los premios del mundo. Aunque el principal lo tiene, el de emocionar incluso al espectador que más se resista a la lágrima.
2. LA MÚSICA.Es un elemento imprescindible en Call Me By Your Name, un personaje más si se quiere. Muy presente durante toda la película, exquisitamente elegida y dispuesta, refleja a la perfección ese cosmopolitismo bucólico que preside la historia. Piezas de Bach, Maurice Ravel, Erik Satie o Ryuichi Sakamoto –en lo momentos de mayor intimidad y/o intensidad– se combinan con hits ochenteros de Bandolero, Giorgio Moroder & Joe Sposito –¿una canción de Flashdance dentro de otra película? ¡Sí!–, F.R. David o The Psychedelic Furs, perfectos para los momentos en que los protagonistas se dejan llevar con naturalidad por lo que sienten en momentos de esparcimiento.
En ocasiones, la música se corta bruscamente, en otras, los temas suenan durante minutos..., qué bien medido está el tempo por Luca Guadagnino durante toda la película. Y es que se pierde en muchos momentos la noción del tiempo, de igual manera que le sucede a los personajes durante esas vacaciones que marcarán el resto de sus vidas.
4. LA ERUDITA NATURALEZA.
Es verano, la familia vive en una espléndida villa, su vida transcurre al aire libre día y noche... y los espacios en que se mueven se convierten en testigos mudos de todo lo que ven. Elio y Oliver pasean en bicicleta, se bañan en lagunas y piscinas naturales con agua de manantiales, bailan en verbenas de plaza de pueblo o frente a monumentos históricos cuando se escapan de viaje. También retozan –juntos, o con chicas con las que ligan para intentar darse celos mutuamente– en bosques y al borde de caminos, escondidos tas matorrales, siempre con ese espíritu furtivo que es clave en su relación.
En una de las secuencias más hermosas de la película, protagonizada por Elio y su padre, este le dice al joven enamorado: “la naturaleza encuentra a veces tu punto más débil”. Es una lección que el joven aprende a través de esa pasión descontrolada que le duele tanto como le gratifica, y que tanto le ayuda a crecer.
5. UNA SEXUALIDAD CONTENIDA QUE EXPLOTA.
Elio vive el fin de su edad de la inocencia, acelerada por la pasión que nace en cuanto conoce a Oliver. Luca Guadagnino apuesta por mostrar su despertar desde una sensualidad nada explícita, y esa contención es clave para involucrar al espectador en las desasosegantes experiencias que vive el joven al no poder controlar su atracción. No, apenas hay –tímidos– desnudos, pero el voyeur experto encontrará un mayor placer en la manera que tiene el director de recrearse en esas pequeñas pistas que indican cómo poco a poco ambos se van sintiendo más y más atraídos uno por el otro. Cuando por fin se entregan a lo que sienten, la explosión es más emocional que gráfica. Pero igualmente efectiva, sino más.Retroceder por algo más de dos horas a los 80 –sin móviles, sin exhibicionismo en redes sociales, sin apps de ligoteo– trae consigo una regresión real a un mundo anterior. Y tiene todo el sentido que no todo sea tan explícito. Merece la pena dejarse llevar por los sentimientos y la imaginación, contribuyen a que el impacto de Call Me By Your Name sea aún mayor, como el poso que deja en la memoria.
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