miércoles, 1 de agosto de 2018

EL PELO VUELVE AL PECHO

Con Ronaldo lejos ya de estos lares, es el
momento de exhalar un profundo y
efusivo adiós. Adiós defi nitivo a la
metrosexualidad, a la espornosexualidad y a
cualquier otro palabrejo traído de fuera para
desquiciar durante años a millones de santos
varones con sus obsesiones de hombre musculado
y depilación integral llevadas al extremo. El
hombre genuinamente masculino pide paso. Vale
que el futbolista es solo un ejemplo, pero sirve
para reivindicar la vuelta del hombre de pelo en
pecho. Ellos están dispuestos a dar un salto mortal
y reclaman la camisa ligeramente desabotonada,
lo justo para dejar que un ramillete de pelos les
haga sentirse sexys. Al estilo de Drace Montgomery,
el fi chaje malote de «Stranger Things», con
su americana cruzada y camisa tipo esmoquin con
tres botones sueltos. O como Harry Styles cuando
se abre las blusas de sus trajes de Gucci para dejar
al descubierto una capa de pelusilla. ¿Revival? No.
Nadie quiere resucitar modas o gestos que huelen
a rancio, a épocas que no deberían regresar. Los
pelos insurgentes simbolizan la vuelta de lo
masculino, de una masculinidad renovada.
Demasiado fi na se estaba volviendo ya nuestra
piel social si había que cortarle de cuajo el primer
pelo que asomase por ella. Demasiado frágil si
ahora resulta que lo cortés quita lo valiente y los
buenos modales se confunden con provocación. El
hombre quiere que se le deje ser hombre. Reclama
ser hombre. Sin complejos, sin miedo a que se le
ridiculice en un meme y sin el riesgo de ser
tachado de machista. Acude en su auxilio el
psicosociólogo Mauro González, investigador de la
nueva masculinidad, para, al menos, desenmarañar
qué está pasando y ver qué podemos esperar.
«Retrocedamos –dice– al año 2000. La mujer ya
había reivindicado la fuerza de lo femenino, su
papel en la sociedad y sus propios valores. El
hombre empieza a asumirlo y se reinventa. La
reconoce y se integra en su mundo, comparte roles
y ejerce de padre. Casi dos décadas después,
cuando aún no había fi nalizado su transformación,
resulta que, de repente, se encuentra perdido.
Las voces feministas le exigen hacer dejación de
su masculinidad. La presión social y mediática es
tan fuerte que no puede exteriorizar su virilidad
sin riesgo de ser acusado. Se le obliga entonces a
reprimir su virilidad, a desprenderse de cualquier
atributo con el que hasta ahora expresaba su
condición de hombre».Consecuencia de todo ello
es, según reconoce este experto, la crisis tan brutal
que vive, pero también la posibilidad de que
renazca una masculinidad fortifi cada y positiva.
«Esa que respeta y comparte la lucha de la mujer
contra esos códigos patriarcales que le han
subyugado durante años. Lo que quiere este nuevo
caballero español es recuperar lo legítima y
naturalmente masculino. Mostrarse como
realmente es gritando un gol, tomando una caña o
expresando su camaradería con los amigos.
Quiere que le devuelvan su singularidad y
mostrar una actitud alegre, divertida, pragmática
y valiente. Tomar fuerza en su rol de padre, como
muestra de su paso a la masculinidad adulta». El
grito empieza a ser unánime y se advierte incluso
en su estética. Es verdad que el 40% de la clientela
de las clínicas antienvejecimiento son ya hombres,
sobre todo entre 25 y 35 años, pero sus gustos
últimamente tienen mucho que ver con este
resurgimiento de lo varonil. El cirujano estético
Jesús Benito Ruiz nos recibe en su Clínica
Antiaging Grupo Barcelona y así nos lo confi rma.
«Lo que buscan en sus tratamientos y cirugías es
magnifi car los rasgos considerados tradicionalmente
más viriles. En el rostro, la primera
demanda es el relleno con ácido hialurónico para
dar fi rmeza al marco mandibular y realzar los
pómulos. Para el cuerpo busca implantes de
silicona en gemelos, pectorales, glúteos y brazos»,
añade. Al parecer, su exposición en las redes
sociales tiene mucho que ver con esta nueva
actitud coqueta.
De vuelta al ruedo, el «macho ibérico» va
descubriendo nuevas armas de seducción, como
esa línea alba esculpida a golpe de bisturí que
resulta aún más sugerente si la marca con una
hilera de pelos. Cualquiera que curiosee las
cuentas de Instagram observará la legión de
famosos que no se privan del placer de exhibirla.
Defi nitivamente, depilarse ha dejado de ser una
imposición y, aunque nos cueste admitirlo, la
pelambrera puede resultar muy tentadora. El
cineasta Tom Ford se deshace en elogios ante la
anatomía peluda de Jake Gyllenhaal, en «Brokeback
Mountain» e insinúa pícaramente que no es
necesario que el jardín esté desmochado para que
los árboles se vean más robustos. «La masculinidad
recobrada ha perdido su dominancia, su
insensibilidad y esa dureza de antaño. Nada que
ver con el machista y el déspota. Ahora se muestra
seguro de sí mismo, atractivo y fuerte, pero
también respetuoso, cariñoso, buen padre,
comprensivo y empático», aclara González. Los
hombres más cool del planeta se están apuntando
a esta tendencia y despliegan su hombría sin
mucho reparo. En España, nombres como
Cayetano Rivera, Ricardo Gómez, Rubén Cortada
o Hugo Silva son buenos epítomes de la masculinidad
recobrada. Fuera encontramos a Pierce
Brosnan, Roger Federer o Matthew Fox, por citar
solo alguno. O a Robert Downey, Jr, el rebelde de
Hollywood, y el actor Hugh Jackam, que se suman
al club del pelo en el pecho. Y como rúbrica,
algunos de los modelos que posan para el fotógrafo
de culto Kosmas Pavlos, de la agencia Wiener
Models, referencia en tendencias. Orgullosos de su
cromosoma Y, sabedores de su propensión a la
adrenalina y una vez hechas las paces con los
reclamos de la mujer, ¿no merece la pena dejar que
salga del guardarropa la nueva masculinidad?

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